El Carnaval de Barranco y las fiestas de la calle Cajamarca son parte de una tradición construida y revivida por un grupo de vecinos que participamos de manera voluntaria en el Proyecto Barrio (PB), desde inicios del año 2000. El trabajo estuvo siempre orientado a recuperar la calle, alentando un uso más diverso y creativo del espacio público, así como a mejorar el entorno y recuperar calidad de vida en el distrito.

Esta actividad vecinal siempre fue cuestionada por la instancia municipal. Recuerdo mucho las cebras pintadas como alegórico cruce peatonal por Natalia Solari, que fueron borradas inmediatamente por orden del actual alcalde, las multas por organizar actividades gratuitas y al aire libre y otros actos hostiles típicos de quien cree que porque ganó una elección, en lugar de hacer su trabajo y reconocer el de otros, se dedica a entorpecer las iniciativas de los vecinos.

Como si lo anterior fuera poco, durante el multitudinario carnaval del año pasado, la municipalidad distrital tuvo la “genial” idea de hacer su propio espectáculo en la plaza con bandas y cuadrillas contratadas y muy poca asistencia. Es decir, en lugar de colaborar con los vecinos que organizaban un carnaval de verdad y prestar el apoyo de seguridad y logístico al que está obligada por ley y por ser receptora de nuestros tributos, se dedicó a lo que mejor sabe: sabotear.

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Este año el PB, por razones que no vienen al caso, decide no organizar el carnaval y un grupo de vecinos asume la tarea.

Lo ocurrido el pasado sábado, una incursión policial en medio de una fiesta callejera, vecinal y pacífica, a las 10 de la noche y el lanzamiento de bombas lacrimógenas en presencia de niños y vecinos, rebasa todos los límites de lo racional y uno se pregunta a quién se le puede ocurrir semejante barbaridad.

Jóvenes en plena comisión del delito de Diversión, foto: Juan Antonio Hennings

Estuvimos averiguando y esta es la respuesta preliminar que tenemos:

El mismo sábado, el hasta ahora alcalde de Barranco visitó 2 veces la comisaría de Barranco, presionando al comisario para que detenga la fiesta de Carnaval.

Durante el transcurso del día y coincidente con la visita del alcalde, la comisaría recibe una serie de llamadas protestando por la fiesta. Esto nunca había ocurrido en ninguna de las celebraciones anteriores. Presumimos que se movilizó una suerte de “portátil telefónica” con el objeto de aumentar la presión sobre la comisaría.

El comisario, en lugar de enviar a un cuerpo policial local llama a un grupo de policías antimotines que se hace presente en la fiesta alrededor de las 10 p.m. con el nefasto resultado que ya conocemos.

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Las preguntas caen por si solas:

¿Qué tipo de autoridades tenemos? ¿Cuál es interés y real objetivo de la actual gestión municipal? ¿Por qué tanta incapacidad para reconocer y aceptar una actividad legítima y vecinal que ya ha probado ser exitosa y tener convocatoria?

¿Qué vamos a hacer ante esta situación?

¿Estamos dispuestos a seguir eligiendo a personajes que no tienen capacidad mínima para entender como debe ser una relación sana y productiva entre vecinos y autoridades?

Carlos Cordero

p.s. Las imágenes del Carnaval aquí